El pasado viernes 19, se celebró en Errenteria, dentro del marco del festival Atlantikaldia, el paseo sonoro “Bakearen soinu mapa ilustratua: Palestinatik Gipuzkoara”. Organizado por UNRWA Euskadi junto a la Diputación Foral de Gipuzkoa, el alumnado de tercero del Grado en Comunicación de Deusto, alumnos del Grado en Antropología de la Universidad del País Vasco, estudiantes de turismo del IES Xabier Zubiri Manteo BHI y artistas de la Asociación Artística de Gipuzkoa. El paseo consistió en un recorrido por las calles de Rentería en el que escuchamos diez piezas sonoras: caminábamos mientras sonaba cada pieza, hacíamos una parada al finalizarla y después retomábamos la ruta hasta la siguiente, combinando así el desplazamiento con la experiencia auditiva.

El recorrido no fue solo un paseo por las calles de Errenteria, sino un viaje simbólico hacia Palestina. A través de relatos ficticios, el paseo nos permitió acercarnos a realidades que a menudo nos resultan lejanas, pero que están llenas de humanidad y de derechos vulnerados. Cada historia, ficticia pero fundamentada en hechos del día a día de la vida en Gaza, nos obligaba a mirar más allá de nuestra cotidianidad y a sentir lo que significa vivir con miedo y limitaciones fundamentales.
Desde la primera parada, recordando la Nakba de 1948, se hizo presente la memoria de un pueblo desplazado y el derecho a la vida como un principio básico que muchas veces se ve amenazado. La historia de Ayat, una niña que sueña con ser médica a pesar de la destrucción de su escuela, nos mostró que el derecho a la educación no es solo aprender, sino tener la posibilidad de imaginar un futuro.
Más adelante, la imagen de un hospital improvisado nos enseñó la realidad de la salud en Gaza: médicos y médicas que luchan contra la escasez de recursos y la urgencia diaria, haciéndonos recordar que el derecho a la salud es un derecho que salva vidas. En otros capítulos, la escasez del agua, los mercados vacíos y la imposibilidad de moverse libremente nos mostraron cómo incluso los aspectos más básicos de la vida cotidiana, se convierten en un privilegio inaccesible bajo el conflicto.
Este paseo también nos habló de resistencia y esperanza mediante los personajes de estos relatos. Amal, enseñando a fabricar lámparas en un campo de refugiados, nos demostró que la creatividad puede iluminar la oscuridad y mantener viva la ilusión. Mohamed, jugando con su cometa, nos recordó que la libertad de movimiento y la posibilidad de jugar y expresarse son derechos fundamentales que muchas veces damos por sentado. Noura, que fundó un teatro para preservar la cultura palestina, nos hizo reflexionar sobre la identidad y la memoria, sobre cómo la cultura puede ser un acto de resistencia frente a la opresión.

La última parada fue un recordatorio de lo frágil que puede ser la seguridad de un hogar. Pero también nos mostró que el hogar no es solo un lugar físico: es un espacio de pertenencia y de esperanza. Aunque los edificios se derrumben, un hogar permanece en la gente y en la memoria.
Al finalizar el recorrido, la ciudad no parecía la misma. Durante unas horas, sus calles se llenaron de voces que, bajo la apariencia de ficción, nos hablaban de una realidad dolorosamente cierta. Este paseo sonoro nos demostró que los derechos humanos no son abstractos: son necesidades urgentes, vidas cotidianas y luchas de personas concretas. Esto nos recordó también que, aunque la distancia sea grande, la justicia y la dignidad no tienen fronteras, y defenderlas es una tarea compartida.
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