Aunque, como cantora que es, ama la garganta rasgada de Billie Holiday, ella prefiere la voz clara y limpia de Imanol. “La calidad que transmitía su voz era extraordinaria”, reconoce. Para la médico foníatra Mirari Pérez Gaztelu (Errenteria, 1962), la semana entrante comenzará en un aula de la Facultad, ante alumnos de 2º de HUCO. Hace tiempo que viene realizando estas visitas a la Universidad de Deusto para detectar anomalías en la voz y orientar a los estudiantes sobre esta herramienta de comunicación. A Mirari le gustaría hacer un diagnóstico positivo sobre nuestras capacidades comunicativas hoy, pero la situación no invita a ello. “Antes el ruido estaba en la calle, pero ahora se ha instalado en nuestro hogar –sostiene-, nos hace gritar más que el de al lado para hacernos oír”.
Antes y ahora. La dicotomía aparece la entrevista en más de una ocasión. Y es que las cosas han cambiado mucho en pocos años. Ese “antes”, se refiere a cuando “uno saludaba a un desconocido al cruzarse con él, o aguardaba al turno de palabra en una conversación”. Según la especialista guipuzcoana, es mucho lo que estamos perdiendo. Y rápido.
“Mirar a los ojos a nuestro interlocutor, algo tan simple como eso, es cada vez más extraño en nuestra sociedad. Hacemos tantas cosas a la vez que mirar al otro cuando nos está hablando nos parece una pérdida de tiempo. Los niños no te dejan terminar la frase, parece que les corre prisa y la terminan por ti. Se habla mucho de niños hiperactivos, pero yo no creo que haya tantos, sino que les hemos implantado un ritmo acelerado, todo se hace deprisa”.
Parece obvio que comunicar implica hablar pero también escuchar.
“Sí, pero hemos interiorizado la idea de que escuchar es algo desechable porque mientras escuchamos no podemos decir nada. Yo entiendo la comunicación sin capacidad auditiva, pero no sin la actitud de escuchar. Hemos perdido una gran riqueza por haber desterrado esta costumbre. Es una cuestión difícil, que conecta costumbres, modelos de vida y educación adquirida.
Muchos docentes se quejan de que los padres dejan la enseñanza de conductas en manos del profesor en lugar de trabajarlas en casa. ¿Está de acuerdo?
“Cada vez más. Lógicamente, hay casos y casos. Pero sí se da esta tendencia a dejar que sea el colegio o la ikastola quien enseñe cosas que necesariamente deben llevarse aprendidas en casa. Es más, algunos padres culpan a los educadores de las carencias de sus hijos”.
En un escenario como el que describe, debe de sentirse en cierto modo como predicando en el desierto, ¿no?
“Sí, la verdad. Pero siempre pienso que alguien se queda con lo que le intento transmitir. Sólo espero que para algunos resulte interesante y les encienda alguna luz”.
Le resultará extraño explicar cosas que recibió de la forma más natural
“Lo triste es eso, que tengamos que hacer un esfuerzo por fomentar y conservar actitudes comunicativas que antes venían dadas, nadie tenía por qué prestarles demasiada atención”.
Además de médico es cantora. ¿En qué medida le ha ayudado esto a conocer los problemas y las soluciones que trata como foníatra?
“Conocer el mundo del canto te permite enfocar algunas cuestiones médicas de una manera distinta y mejor. Además, en mi casa siempre ha estado presente la música. Cantábamos en cada reunión familiar y era lo más normal del mundo. Ahora empieza a no parecer tan normal, es una pena”.
El silencio, ¿se ha vuelto un bien preciado?
“Desde luego. No sabemos vivir el silencio. Necesitamos rellenarlo con ruidos, lo que paradójicamente parece tranquilizarnos. Yo sueño con subirme un día a un autobús en silencio. Si ocurriera, pienso que alguien se levantaría y le pediría al conductor que pusiera música”.
¿Piensa que sólo los profesionales de los medios conocen su voz?
“No, pienso que muchos profesionales de los medios no conocen en absoluto su voz, ni la saben emplear. Podría poner la radio o la televisión y señalar enseguida a varios que hacen un uso inadecuado de su voz. No hablo de vocalización sino de personas a las que no se les entiende porque su voz no es sana, no suena como debe. Hay locutores que se ahogan cuando hablan, esto me parece increíble”.
Entiendo que, al margen de los profesionales, todos tenemos en general un gran desconocimiento de nuestra propia voz
“Así es. ¿Qué sucede cuando le pides a alguien que defina su voz? Te contesta: normal. No te sabe decir si es aguda o grave, si tiene aire o no, si resuena más o menos. Sólo te dice eso: normal”.
Los alumnos que conocerá el lunes serán pronto profesionales de la comunicación. ¿Le predispone esto de alguna manera?
“Es que la comunicación como profesión está cambiando mucho. Probablemente, muchos trabajarán en labores en las que el uso de la voz no va a ser tenido en cuenta, aunque sería un error. Tal vez aquellos que no quieran trabajar en radio o televisión piensen que esto no va con ellos. Me gustaría que entendiesen que son personas que se desenvolverán en el ámbito laboral, pero también en la vida. En ambos terrenos ser capaz de comunicarse de forma eficaz es importante”.
Hemos hablado antes del estudio que hizo público el diario alemán Der Spiegel. La conclusión a la que se llegaba era rotunda: el 90% de los niños alemanes no conocen o recuerdan ni una sola canción infantil. ¿Podría ocurrir entre nosotros?
“Claro. No pensemos que sólo ocurre en Alemania. En Euskadi, donde nos orgullece pensar que el canto popular tiene tanto arraigo, empieza a detectarse una carencia alarmante entre los niños. Se canta en los coros, sí. Pero, ¿quién canta hoy en un parque? De ese vacío se derivan otros mucho más graves en la edad adulta”
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